La ASO, organizadora del Dakar, se preocupa en hacer todo lo posible para que la competencia siga siendo merecedora de ese eslogan no oficial que la califica como la competencia motor más difícil del mundo. Y por eso se propuso hacer de la edición 2019 un verdadero infierno de 10 etapas. Consumada la primera mitad, separada de la segunda por el día de descanso en Arequipa, los números son elocuentes: de los 334 vehículos que partieron desde Lima hace seis días, son 247 los que continúan en carrera: 105 motos, 18 cuatriciclos, 93 autos (24 de ellos en la categoría SxS) y 32 camiones, por lo que la tasa de éxito a mitad de la aventura es del 74%, la más baja desde 2007.
Ahora bien, este 41° Dakar -el décimo en Sudamérica- tiene sus propias particularidades. Salvando la categoría Cuatriciclos, en la que Nicolás Cavigliasso manda con autoridad, no es una edición auspiciosa para los argentinos, sobre todo después del abandono prematuro por lesión de “Orly” Terranova (aunque se deslizó que hoy se reengancha) y el retraso condenatorio del “Coyote Villagra.
En Autos, Nasser Al-Attiyah y su Toyota aguantan el acecho del equipo Mini, diezmado por la demora del campeón Carlos Sainz, pero con otros gigantes en pie, como Stéphane Peterhansel, “Nani” Roma y Sébastien Loeb.
En Camiones, es Kamaz vs. el resto. Los Iveco no han sido capaces de poner en verdadero riesgo al equipo ruso, que pese a perder a Andrey Karginov (descalificado), sigue firme con Eduard Nikolaev y Dmitry Sotnikov. ¿De Rooy? Lejos, a casi dos horas.
La gran sorpresa es el liderazgo en Motos de Ricky Brabec, que ha desplazado al salteño Kevin Benavides como esperanza principal de Honda para destronar a KTM. Habrá que ver si el estadounidense resiste el acecho de Matthias Walkner, Sam Sunderland y Toby Price. Tal como están las cosas en esta desafiante edición de 2019, en verdad que cualquier cosa puede suceder.